Un Sorbo de Otoño
En ocasiones, basta con sentarse en una terraza cualquiera y observar a quienes nos rodean para descubrir historias llenas de nostalgia, ternura o deseo de cambio. Un sorbo de otoño es uno de esos relatos donde los pequeños gestos cotidianos —una mirada, una pausa, un café compartido— revelan mucho más de lo que parece. En este texto, ambientado en el corazón de Madrid, los personajes se cruzan sin saber que comparten la misma búsqueda: un instante de consuelo, una posibilidad de renacer.
Si alguna vez te has detenido a pensar en lo que se esconde tras una conversación trivial o un silencio prolongado. Este relato te invitará a mirar más allá de las palabras.
Las terrazas son escenarios de la vida cotidiana.
Las terrazas son, en muchos sentidos, escenarios discretos donde se representa la comedia y la tragedia de lo cotidiano. Personas que se reencuentran, parejas que se distancian, desconocidos, que se observan en silencio o que, sin saberlo, comparten una misma tristeza. En ese espacio aparentemente anodino, cada gesto se convierte en símbolo, y cada instante puede dejar una huella profunda. Este relato retrata ese tipo de momentos detenidos en el tiempo, donde la rutina se mezcla con la memoria y la melancolía con la esperanza.
Un sorbo de Otoño es una mirada coral sobre la vida.
Más que una historia lineal, lo que aquí se propone es una mirada coral sobre la vida, como si el lector pudiera sentarse en una silla más de la terraza y observar todo lo que ocurre a su alrededor. Lo banal se transforma en significativo, y lo cotidiano revela su belleza frágil, efímera, pero auténtica. Pero a veces, la vida entera cabe en un gesto, en una frase dicha a media voz, o en una simple tarde de otoño.
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