La Calle de nuestro Barrio
Algunas calles nunca desaparecen… viven en nuestra memoria.
Miras la vieja fotografía y la nostalgia te golpea con la fuerza de un recuerdo olvidado. ¿Te acuerdas de esta calle, Javier? Era la calle de nuestro barrio, el corazón de nuestra vida, un lugar donde cada rincón tenía su propia historia. El sonido de los pasos sobre los adoquines, las voces entrelazadas en el aire, el aroma del pan recién horneado escapando de la panadería… Todo formaba parte de un mundo que parecía eterno.
Los balcones de hierro forjado, las banderolas ondeando con la brisa y los faroles de hierro colgando como testigos silenciosos eran parte de nuestro día a día. La Vieja Zapatería, donde don Esteban remendaba suelas con la precisión de un cirujano; la mercería de doña Conchi, donde mamá siempre encontraba el botón perfecto, y la pastelería La Azucena, cuyo aroma a rosquillas de Alcalá nos acompañaba hasta casa.
No es solo era la calle de nuestro barrio, era el latido de un tiempo que nunca volverá.
Hoy esa calle sigue existiendo, pero ya no es la misma. Y nosotros, ¿seguimos perteneciendo a ella? O quizás solo en nuestra memoria, en esa foto que ahora contemplas, donde aún se escuchan los ecos de un barrio que nunca olvidaremos.
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—¿Seguimos perteneciendo a ella, Javier? —me pregunto al mirar contigo esta imagen desvaída por el tiempo.
Tal vez no. Tal vez ahora solo seamos visitantes de un lugar que solo existe en la memoria. Pero en el fondo… en el fondo, aquella calle todavía respira con el compás de nuestros recuerdos. Esa calle era nuestro mundo. Llena de vida, de gente, de pasos, resonando en los adoquines.
¿Y tú, lector? ¿Tienes una calle en tu memoria que aún respira en tus recuerdos?