Cuando los Muertos hablan

En el pequeño pueblo de San Lorenzo, se decía que los muertos hablan. Cada año, durante la Noche de los Susurros, las almas regresaban entre fantasmas y sombras para comunicarse con los vivos. El miedo se apoderaba de los incrédulos, pero los valientes sabían que los espíritus solo buscaban ser escuchados. Los ancianos contaban que, si prestabas atención, podías oír sus voces entre el viento, susurrando secretos que helaban la sangre.

Aquella noche, mientras el cementerio se cubría de una neblina plateada y el miedo flotaba en el aire, Clara se acercó a la tumba de su abuelo. «¿Abuelo, estás ahí?», susurró con voz temblorosa. De repente, una voz grave respondió desde la oscuridad. «Clarita, siempre te escucho». Los muertos hablan, y su voz era tan clara como en vida, pero ahora cargada con el eco de lo sobrenatural.

Más allá, entre las cruces inclinadas, un grupo de jóvenes se burlaba de la tradición. «¡Los muertos no hablan!», gritó uno con falsa valentía. Pero entonces, las lápidas vibraron con fuerza, y una legión de espíritus alzó la voz en un coro aterrador. «Nosotros sí hablamos… y también vemos vuestro miedo». Los muchachos huyeron despavoridos, sintiendo cómo fantasmas invisibles les rozaban la nuca.

Los muertos volverían a hablar

Clara, en cambio, permaneció inmóvil, sintiendo cómo los muertos hablan a su alrededor, contándole historias de otros tiempos con voces que eran susurros de ultratumba. El miedo se mezclaba con fascinación mientras los espíritus le revelaban verdades ocultas. Cuando los primeros rayos del alba iluminaron las tumbas, las voces se desvanecieron como niebla al viento. Pero Clara supo que, al año siguiente, cuando regresara la Noche de los Susurros, los muertos volverían a hablar. Y ella estaría allí, entre fantasmas y recuerdos, esperando escucharlos de nuevo.