Escucha la voz de la tierra
La voz de la Tierra nos habla, pero ¿somos capaces de escuchar su voz antes de que sea demasiado tarde?
Una carta llena de emoción y poesía en la que un padre pide a su hijo que escuche la voz de la Tierra antes de que sea demasiado tarde. Un llamado a la conciencia sobre la belleza y fragilidad de la naturaleza, y la esperanza de un futuro mejor si aprendemos a cuidar nuestro hogar
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Escucha la voz de la Tierra. La naturaleza nos habla, hijo, en lenguajes que hemos olvidado. Escucha el susurro de las hojas cuando el viento las roza, el tamborileo de la lluvia sobre la tierra sedienta, el crujido del suelo cuando tus pies lo pisan. Cada sonido es una historia, un llamado, una súplica. Y nosotros, sordos y ciegos, seguimos caminando como si nada ocurriera.
Recuerda siempre esto: la vida está hecha de lo pequeño, de lo invisible a simple vista. La gota que cae sobre la piedra no la rompe en un día, pero con el tiempo la transforma. Así somos nosotros, hijo. Cada acción nuestra, aunque sea diminuta, deja una marca. Si lo destruyes, la cicatriz quedará; si cuidas, la vida florecerá.
Mira las estrellas, hijo. Cuando el mundo se apaga, ellas siguen ahí, brillando en el silencio. Son como la esperanza: incluso en la oscuridad, nunca desaparecen. La tierra también tiene esperanza. Ella nos perdonará si volvemos a cuidarla, si devolvemos lo que le hemos quitado. Su amor no es rencoroso, su paciencia no tiene límites, pero su tiempo se agota.
Sé el guardián de la tierra.
Si algún día olvidas estas palabras, vuelve al campo, toca la corteza de un árbol, deja que la hierba, roce tus pies descalzos, escucha el canto del río. Entonces recordarás que la naturaleza no es solo un lugar: es un hogar, un templo, una madre que respira y nos sostiene.
Sé tú, su guardián, su voz, su futuro. Si el mundo sigue ignorando el grito de la tierra, que tú seas el eco que resuena. Que tus actos sean el puente entre lo que fue y lo que puede ser. Porque, hijo mío, salvar a la Tierra, es salvarnos a nosotros mismos.
Y si algún día caminas por un bosque lleno de vida, si bebes agua clara de un río y escuchas el zumbido de las abejas, entonces sabrás que no fue en vano. Que las semillas que plantamos, aunque frágiles, crecieron para dar sombra a quienes vendrán después. Hijo, escucha la voz de la Tierra.